domingo, 8 de septiembre de 2013

Capítulo 1

Siempre pensé que mi vida sería algo aburrida y monótona sin contar con que nunca creí que alguien se fuese a fijar en mí. Sin embargo, alguien se fijó, Edward, un ser perfecto de piel suave y blanca como la tiza, ojos dorados, pelo alborotado de color cobrizo y una complexión musculosa marmórea a juego con el color de su piel.


Descubrir que era un vampiro, un ser oscuro de la noche, un cazador perfecto... no hizo que cambiasen mis sentimientos. Nada podrá hacer que deje de quererle.


Sufrimos y luchamos mucho para poder estar juntos. Y cuando parece que llegó la paz me quedé embarazada. No sabíamos que eso podía ocurrir pero así fue. Tuvimos una hermosa hija, una hija que los Vulturis querían arrebatarnos. La nobleza vampírica creía que era un niño inmortal. Un niño convertido en vampiro era algo prohibido y castigado con la muerte. Sin embargo, descubrieron la verdad. Reneesme, una niña nacida del amor entre una humana y un vampiro.


Una vez solucionado el “ataque” de los Vulturis nos mudamos a Darmouth. Tal y como le prometí a Edward “llevaríamos una vida normal y mortal”. Si es que una familia de vampiros con una sobrenatural belleza pudiese no destacar.
Edward y yo vamos a la universidad. Edward por 3º vez está haciendo medicina y yo he comenzado con literatura inglesa.
La familia vive en las afueras en una casa antigua del siglo XVIII y con un toque londinense en la fachada. Es bastante tranquila y apacible a excepción de cuando llegamos. Sin duda el centro de atención es mi pequeña Reneesme.


Alice, Esme y Rose se la pasan comprándole ropa, es su pequeño maniquí. Por suerte Rose la defiende de la maníaca modista de Alice, no me extraña que sea su tía favorita.
Jasper está encariñado con la astucia y alegría de la niña, y con Emmet… bueno ¿que decir? Está sacando su lado más salvaje y travieso, todo el rato están jugando.
En lo que se refiere a sus padres, osease nosotros, le enseñamos a “tener” una vida normal dentro de una sociedad humana. Y como es la única de la familia que puede dormir Edward y yo aprovechamos para tener un tiempo juntos.


Para Reneesme su tío preferido sin duda alguna es Jacob, es como su peluche gigante de lobo.
Jacob también se mudó a Darmouth ya que no hubo forma de convencerlo para que se quedase en la Push. Su imprimación era demasiado fuerte, así que ahora vive en la planta baja de nuestra casa. Los Cullen lo han adoptado como el mecánico personal de la familia, hecho que parece haber cogido con gusto.


    -¿Bella?-


    -Sólo me faltan los zapatos-


Me miré al espejo dando una vez más gracias a que esos ojos rojos se hubieran descolorido en un ocre dorado. Giré y ahí estaba, de pie, apoyado en la puerta del armario con unos pantalones caqui y una camiseta blanca resaltando sus músculos.
Abrí la boca y dejé los ojos en blanco. No sé como lo hace. He estudiado ese rostro y ese cuerpo infinidad de veces y aún así, todavía consigue quitarme el aliento.


    -¿Estás bien?- apretó los dientes para no reírse, sabe el efecto que produce en mi –Vamos a llegar tarde-


Yo me reír. Eso sería imposible, por su forma de conducir llegaríamos al aeropuerto en cuestión de minutos.


    -Perdona estaba pensando y me distraje- me coloqué bien el tacón, me dirigí a él –Aún me dejas sin respiración-.


Su mirada se volvió dulce y sus labios se contornearon sonrientes con un toque de picardía, mi sonrisa predilecta. Lentamente colocó una mano en mi cintura y con la otra me atrajo hasta su rostro.
Fue un beso suave, cálido que poco a poco fue transformándose en puro fuego. Mi brazo sujetó su cuello y mis manos jugueteaban con su pelo. De seguro si mi corazón aún latiese él conseguiría que explotara.


    -Si quieres aún podemos quedarnos aquí...- susurró a la vez que me mordisqueaba el lóbulo de la oreja. No podía dejar de besarle – ...puedo deshacerme de Rose y del chucho-.


Besé esos maravillosos labios un par de veces más y después le solté sin ganas. Sin duda la oferta era tentadora, muy tentadora, pero no podía dejar que eso ocurriera.
Edward había trabajado duro para celebrar nuestro primer aniversario, de seguro contaría con la ayuda de Alice y su don. Lo había estado planeando hacía más de 3 semanas o así. Aunque él no me había dicho nada.


    -No, vayámonos ya- le besé nuevamente. Separarse de esos perfectos labios era demasiado duro. Su cara cambió de una triste expresión, de seguro le pasaba lo mismo que yo, a una gran sonrisa. ¿Qué tramaría para reponerse así?

Da igual, esa sonrisa conseguía derretirme como la mantequilla al sol. Le cogí por la cintura, él me agarró por los hombros y nos dirigimos a la habitación contigua. 
La habitación de mi pequeña.

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